Nuevas técnicas para tratar el agrandamiento benigno de la próstata.
Acostumbrados a lidiar con próstatas benignas pero agrandadas, Alejandro Nolazco y Cayetano Vallone están exultantes: «Es el comienzo de una nueva era», coinciden el jefe y subjefe de Urología del Hospital Británico. Su hospital se suma ahora a un puñado de instituciones porteñas que, en los últimos meses, importaron equipos de láser para destruir o vaporizar el tejido prostático expandido, un problema masculino tan frecuente que va a acompañar a la tumba a cualquier hombre que viva lo suficiente.
«Los resultados son excelentes: genera poco dolor, no da sangrado, las complicaciones son mínimas y hasta puede hacerse sin internación», asegura Esteban Romano, quien esta semana presentó en el Congreso Argentino de Urología su experiencia de dos años y medio en los Estados Unidos con uno de estos láseres, el de diodo semiconductor «Evolve«. El Británico debutó esta semana con el Evolve y para fines del 2008 se estima que habrá en funcionamiento por lo menos una decena de equipos similares en el país.
Mercado. Candidatos para la intervención no faltan: a los 60 años, más de la mitad de los hombres tienen la glándula con tamaño aumentado, y a los 85, la proporción de aquejados trepa al 90 por ciento. Los médicos definen al proceso como «hiperplasia prostática benigna«, y sus síntomas más comunes incluyen dificultades para orinar, necesidad de ir al baño varias veces por la noche, y sensación de no poder vaciar la vejiga del todo. En los casos más severos, se puede producir una retención aguda de orina que exige el uso de una sonda.
Aunque el tratamiento inicial suele consistir en medicamentos paliativos, a menudo el avance de la enfermedad obliga a extirpar la porción agrandada o «adenoma» prostático. En la Argentina, las intervenciones más habituales son la resección transuretral y la cirugía a cielo abierto, que son efectivas pero pueden dar hemorragias posoperatorias y demandan de 3 a 8 días de internación.
La llegada de los equipos láser ofrece, por primera vez, una tercera vía, selectiva y rápida, que incluso podría considerarse de primera elección en aquellos pacientes con riesgo quirúrgico o que quieren librarse de tener que tornar remedios durante 5, 10 o más años. La principal limitación es el costo: unos 5.000 dólares por tratamiento, que aún no cubren prepagas ni obras sociales.
Los pulsos de láser se aplican con una fibra de pequeño calibre, que se introduce en la uretra mediante un cistoscopio que permite ver y controlar el sito de aplicación del tratamiento. Se realiza bajo anestesia general, raquídea o local.
En marzo pasado, el Hospital Alemán había traído el primer aparato para vaporizar la próstata, el «Green Light«, que emite una luz verde de 532 nanómetros de longitud de onda. Desde entonces se operaron allí unos veinte pacientes con resultados «espectaculares», según afirma Osvaldo Mana, el jefe de Urología.
Por su parte, el Instituto Argentino del Diagnóstico (IADT) ofrece desde hace un mes otra técnica láser para la próstata, el Láser Holep, que destroza el adenoma mediante un láser de holmium de 100 watts de potencia. «Tiene una altísima capacidad de corte y coagulación, con una precisión de medio milímetro», señalan Roberto Hernández y Norberto Bernardo, quienes se entrenaron con el método en Europa y los Estados Unidos y ya operaron a varios pacientes en la Argentina.
El procedimiento Holep toma de una a dos horas, según el tamaño de la glándula, con alta al día siguiente. De acuerdo a estudios publicados, apenas el 1,4 por ciento de los pacientes necesita volver al médico para tratarse otra vez después de 6 años. Un beneficio que nadie sabe valorar más que un hombre.
Informe publicado en la Revista Noticias, en 2008 (ver imagen con la publicación original) y en Idytur Urología (ver imagen con la publicación original).
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